Queridas editoriales ¿Quieren hacerme el favor de rechazarme, por favor?

Rubén
7 min readDec 28, 2020

“Rechazos de Anagrama, Grijalbo, Planeta, con toda seguridad

también de Alfaguara, Mondadori. Un no de Muchnik,

Seix Barral, Destino… Todas las editoriales… Todos los

lectores…

Todos los gerentes de ventas…”

Mi carrera literaria. Roberto Bolaño

El mundo para el que nos habíamos preparado ya no existe. Y el mundo nuevo todavía no tiene forma.

Esta afirmación sería algo fácil de aceptar si no fuera la tercera vez que pasa en veinte años. El mundo sobre el que te enseñaron en el colegio dejó de existir mientras estabas en el colegio, luego el mundo para el que te preparó la universidad dejó de existir cuando salías de la universidad, y ahora que aceptaste que no vas a poder comprender el mundo pero vale la pena intentar, deja de existir de nuevo.

Dicen que si el pasado vuelve primero será como tragedia y luego como comedia. Y como con todas las frases hechas, lo único que se puede hacer es intentar adaptarlas a cada tema. Para usar esta frase hablando del rechazo editorial, que ahora no es rechazo sino silencio puro vale la pena preguntarse. ¿Qué es este silencio editorial?, ¿Es la versión trágica o su giro cómico?

Para la mayoría de blogueros, Youtubers, profesores de maestría, escritores en lanzamientos de libros y talleristas, el rechazo editorial es algo así como una medalla. Una especie de certificado de supervivencia, de acuse de recibo. Suelen citar grandes autores de la literatura universal y sus rechazos, mencionar a las once editoriales que no publicaron Harry Potter y luego, por alguna razón, contar que John Kennedy Toole se suicidó de tanto rechazo. Supongo que la muerte de Toole es lo que hace que los rechazos superados sean una medalla, una forma de decir, logré algo que ha costado vidas.

Lastimosamente el rechazo está en desuso. Lo de hoy es el “si pasados X meses no recibe respuesta, puede considerar desestimada su propuesta”. Un mensaje que, curiosamente, rima. O el texto en la sección de contactos de la página web que dice “la editorial no recibe manuscritos no pedidos”, a veces adornado con un “no te molestes” o “disculpa las molestias” Lo peor es que con ese “hoy” me refiero al pasado, al mundo pre coronavirus. La vieja normalidad, que era la nueva normalidad después de la crisis del 2008, la normalidad que ya expiró.

La espera de una respuesta que no va a llegar es el peor tipo de espera. No hay fecha límite, estás esperando menos que una respuesta, una posibilidad.

Tal vez una de las cosas que aprendimos del confinamiento es lo física que se vuelve la espera. Esperar se convierte, después de pasar por el aburrimiento, en algo casi material, casi tangible. Esperar es volver a barrer, buscar productos para limpiar esa mancha que no se quita del espejo de tu baño, preguntarte cómo hacer para quitar la pátina levemente amarilla que hay en el techo de tu habitación. Cocinar y darte cuenta de que estás cocinando de nuevo algo que cocinaste el día anterior, bañarte y sentir que repites tus movimientos y que, incluso el jabón no ha cambiado, que sigue del mismo tamaño. Esperar es cambiar la forma en que mides los días, pasar del calendario gregoriano al “X días desde que”. Esperar es no poder terminar nada, porque no has terminado de esperar. Es pensar en limpiar tu cama de ácaros, o en comprar un air fryer, o empezar a hacer una masa madre. Esperar es darte cuenta de que no hay nada que pueda evadirte de la espera. Porque la espera es algo en lo que estás, y al estar indefinidamente en ella no tienes escapatoria. La espera solo se acaba cuando tiene una respuesta, pero ahora eres tú quien tiene que marcar el punto límite, eres tu quien decide cuando dejar de esperar.

Tal vez lo peor de no tener ningún tipo de carta de rechazo, es que no sabes cuándo decir que efectivamente, fracasaste como escritor. Ya sé. Fracasar como escritor requiere años y muchas más novelas sin publicar y cuentos que pierden concursos y autopublicaciones que no venden. Ya sé que fracasar como escritor no es lo más grave que te puede pasar, y que millones de personas están muriendo y que el mundo que tenemos al frente es, otra vez, incierto y que debería preocuparme por algo más acuciante cómo conseguir un trabajo estable que me permita seguir esperando la cada vez menos posible carta de rechazo editorial. Tal vez sea, esta la parte cómica de la repetición de la historia. La idea de que haya alguien cuyo objetivo sea fracasar como escritor. Que solo quiera conseguir los rechazos editoriales de Bolaño porque sabe que no vale la pena aspirar a más.

Pero fracasar como escritor parece imposible ahora que “hay muchas opciones”. Supongo que añoro una serie de rechazos editoriales de parte de editoriales enormes para usarlos como medallas, para decir que igual voy a seguir escribiendo y que pese a todo seguiré. Pero el silencio no puedes colgártelo. No puedes decir, “seis meses sin respuesta de Random House, un año desde que dejé el manuscrito en Planeta, sesenta mails sin responder, cuatro respuestas automáticas de editoriales independientes que antes recibían manuscritos pero ya no…” suena a que algo pasará, cuando en realidad no va a pasar nada. Tal vez lo peor de no tener ninguna carta de rechazo sea esa esperanza. Ese, “no han dicho que no” esa constante repetición de que hay que tener paciencia. Esa idea horrible, que por alguna razón está tan extendida de que a Toole “después de todo” sí lo publicaron y ahora es un long seller importantísimo para la literatura. El “después de todo” de Toole fue su propia vida.

Que escribir es una carrera de largo aliento (si es una carrera), que para eso te habían dicho que era necesario tener un trabajo mientras intentabas que te publicaran. Tal vez este sea el factor trágico de este nuevo modelo. Que lo peor que tienes, tu hamartia, tu peor error es tener todavía esperanza y seguir aferrado a ella.

Podría considerar la autopublicación. Tal vez sea vanidad no querer autopublicarse. Pensar que lo que escribiste merece el sello de una editorial, el tiempo de un editor, el visto bueno de una junta, el diseño de portada de un diseñador, la maquetación… Pensar que mereces todo eso porque escribiste algo puede ser vanidad. Pero la autopublicación te hace dudar de tu propia vanidad. Después de todo, si sientes que mereces todo eso y estás seguro de que alguien quiere leer tu libro, ¿no valdría la pena poner un poco de esfuerzo y publicarlo sin ayuda? Si es tan bueno lo que escribiste, la gente lo leerá. Ese es el momento en el que empiezas a dudar de ti mismo y te das cuenta de que tal vez no es tan bueno, y de que no tienes suficientes seguidores para tener una base sólida de compradores y que a tus amigos no les gusta tanto leer en digital y lo querrán en físico pero para tenerlo en físico tendrías que imprimir unos cien. Y ese número se hace enorme. ¿Cien personas que compren mi libro? Si es vanidad pensar que cien personas van a comprarte, ¿no es peor pensar que una editorial querrá hacer una tirada de mil? Podría considerar la autopublicación, pero la autopublicación solo me hace sentir peor.

Luego están los concursos. Pero ganar un concurso es equivalente a ganar la lotería. Hay gente a la que le pasa. Pero nunca he sido yo. Hay gente a la que le pasa y siempre son otros.

Lo peor. Si hay algo peor. Es saber que todo esto está basado en un modelo que se está reevaluando. Lo peor de todo esto es que al final terminaré publicando por alguna de las vías mencionadas. Así sea autopublicándome. Y esto se verá como una lamentación sin sentido, una queja más de “una generación que siente que lo merece todo y solo se queja”. Una anécdota del confinamiento. Lo peor de esta espera es que ha durado tanto que ya ha cambiado el mundo mientras esperaba. Eso quiere decir que el libro que esperaba que publicaran se convertirá en un libro anacrónico, escrito para una realidad pre Coronavirus, para un mundo que no existe. Lo peor, si hay algo peor, es que todavía sigo entrando a las páginas de las editoriales de todos los países que encuentro, haciendo clic en la sección de contacto y cuidándome de no cometer errores ortográficos en el correo en el que va el manuscrito. Lo peor, si hay algo peor, es que entre la escritura de esto y esta publicación, he recibido dos respuestas. La primera es: “Leí tu novela y me interesó mucho. El final me pareció sensacional, pero no la han leído los otros editores porque no estamos contratando ahora mismo.” y la segunda dice, entre otras cosas: “(…)Entiendo que es postmodernismo, pero aún así, echo de menos más narración y menos reality.”

Sé que esto es una queja sin sentido. Que debería agradecer las respuestas que he conseguido en el año. Que debería seguir esperando. Seguir enviando manuscritos. Pero esperar ante la nada es angustiante. Y es aún más angustiante cuando la nada que tienes al frente es nueva.

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Written by Rubén

Perdedor serial de concursos literarios.

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